La economía actual en los países desarrollados depende de una ‘clase creativa’ que genera todo tipo de movimientos y progresos. Clase a la que se ensalza, premia y promociona pero que sin embargo se encuentra en realidad en un gueto del sistema dado, analizándolo de forma muy expeditiva, el escaso peso electoral que representa frente a una clase mayoritaria ‘no creativa’. Esta demoníaca idea puede explicar por qué numerosos proyectos acometidos por instituciones públicas locales giran permanentemente en torno a las mismas ideas que son innovadoras tan solo en las nuevas expresiones con que titulan viejos proyecto mil veces ejecutados bajo diferentes versiones. Son instituciones pragmáticas que tienden a pensar en el pasado como cimiento del futuro y que prefieren partir de su experiencia antes que imaginar soluciones arriesgadas. Navegan así en círculos casi nunca innovadores y casi nunca experimentales.
En un mundo donde cada día nos movemos más velozmente, la primera condición de supervivencia y afirmación es situar por encima de todo la capacidad de pensar, de entender, de conocer y de proyectar.
Una característica de las sociedades desarrolladas económicamente es la muestra de confianza entre individuos de fuera de la familia. En general, la confianza es esencial para la creación de organizaciones intermedias entre la familia y el estado. Las ciudades son organismos vivos. A lo largo de la historia unas ciudades desaparecen, otras aparecen, unas vienen a mas y otras a menos. ¿Que hace que una ciudad sea ‘mas ciudad’ que otra…? ¿Sus monumentos..? ¿Sus polígonos industriales? ¿El folklore, la gastronomía..? Creo que es fácil responder, aunque me apresuraría a decir que en aquellas ciudades donde han alcanzado un buen nivel gastronómico o monumental probablemente hayan alcanzado también un buen nivel económico y social. ¿Acaso es accidental que los hebreos tengan un olfato natural para los negocios o que los japoneses tengan la humildad de ir a lugares remotos a aprender? Sugería el BBVA en su último estudio, realizado por medio de su Fundación, que la economía española ha crecido gracias al aumento de la confianza entre las personas. Ese crecimiento es proporcional a las áreas en las que se da (Andalucía aparece junto a Extremadura como la zona de España en la que menos confían los unos en los otros). Un determinado comportamiento económico no surge porque los recursos estén ahí. Es necesario también un ‘espíritu’ que lo anime
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